jueves, 30 de mayo de 2013

Cosas de madre 8: Adivina, adivinanza.

A continuación os propongo un juego, pero antes…

Últimamente, mi cabeza no hace más que darle vueltas a cómo entender las parrafadas de mi pequeño personaje. Por momentos, lo entiendo; por momentos, siento una gran impotencia al ver su cara de frustración cuando observa que no estoy comprendiendo nada de nada y repite una y otra vez lo mismo. En mis sueños, hablo su idioma y tenemos unas conversaciones geniales; en la realidad es todo lo contrario. Al menos, ya he asimilado que algunas palabras, él las convierte en dos y al contrario.

A lo que iba, os propongo un juego. Lo que pongo a continuación son trascripciones más o menos parecidas de algunas palabras que el mini M. (gracias a Pumi por esa denominación, que me ha encantado) ha aprendido y repite tan a menudo y con un contexto tan marcado que no puedo dejar de entenderlas.

Autú oho        aalón        umo         ava
o-e-oha          tata           tate         tato
iaio                iaie            toto         ohe
a-ommí          abe           pepa        naí
nano             atí             enanio taí
oto (¡oto, oto, oto!), alú.


¿Qué diríais que significan? En el próximo post pongo las soluciones.

martes, 28 de mayo de 2013

Cosas de madre 7: Las zapatillas rojas





Puede que últimamente esté repetitiva con el tema de los post, ya lo avisé cuando volví. Y quien avisa no es traidor.

Pero es que no dejan de fascinarme, sorprenderme, emocionarme, enternecerme los cambios que por días van apareciendo en el pequeño personaje. Todos ellos sin que él se dé cuenta y muy presentes para mí.

Hasta hace un par de días (¡un par de días!), nunca se preocupó por lo que llevaba puesto. Le daba igual ocho que ochenta el zapato que le pusiera o la camiseta que escogiera yo para combinar con su pantalón. Ayer, tras un insistente “¡Otro, otro, otro!” (pronunciado “oto, oto, oto”) y “¡Rojo, rojo, rojo!” (pronunciado “oho, oho, oho”, con la “h” aspirada), me hizo cambiarle las zapatillas blancas que le había puesto por unas exactamente iguales pero en color rojo. Tras el cambio, cara de satisfacción y yo, cara de alucinada.


¡Es que este peque me encanta!

jueves, 23 de mayo de 2013

Cosas de madre 6: La moto de Spiderman



Lo que es hoy, no es mañana; y lo que es mañana, no es pasado. Eso nos pasa a nosotros y les pasa a ellos. La diferencia está en que los adultos nos fijamos mucho más, por muy diversas razones, en lo que hacen ellos que en lo que hacemos nosotros.

La moto de Spiderman lleva rodando por casa desde que la señora M. se la regalara con gran ilusión por Navidad (lo escribo así, tan alegremente, porque no creo que esto lo vayan a leer personas susceptibles de no conocer el gran secreto). Yo creía que era pronto, a pesar de la recomendación “A partir de 18 meses” que aparecía en los catálogos. Ni la ropa ni los juguetes son nunca para las edades recomendadas en las etiquetas. Tendrían que mejorar eso porque el Señor Potato también lleva meses mirando la vida desde la estantería y solo ahora está saliendo de su exilio.

Pues bien, la moto de Spiderman se ha convertido en su must del momento. Escuchar la palabra calle, poner cara de sorpresa (algo teatrero sí que es), montarse en la moto y salir rodando hacia la puerta es todo uno. Llevamos ya un par de días que no cogemos el carro, su gran olvidado, si tuviera sentimientos, se sentiría herido en lo más profundo porque ya no quiere empujarlo a ciegas por la calle.


Es fascinante ver cómo sus actitudes cambian día a día, sus gustos, sus comportamientos… Ya hay cosas que echo de menos, aún teniéndolas. Por ejemplo, sé que me he vuelto incómoda, mi regazo no es lo suficientemente grande para alojarlo con amplitud a pesar de que lo intento, pero cuando por fin coge la postura, ¡es tan gratificante! Aunque yo esté aguantando otra postura no tan gratificante para mis músculos. Sé que no durará mucho.

Por eso la moto de Spiderman tiene un significado más profundo para mí, aunque para él solo sea su medio de transporte perfecto para ir de paseo o simplemente, desplazarse de una habitación a otra en casa frenando su carrera contra muebles y puertas.

lunes, 20 de mayo de 2013

RELATO 1: Cuando despertó, no sabía dónde estaba.

Cuando despertó, no sabía dónde estaba. Desde luego, no era la habitación donde se había acostado la noche anterior y, desde luego, esa no era su cama. Miró hacia su derecha y no supo ver la cama de su hermana. En la pared quería ver su espejo, ese espejo redondo que su madre recogió de una mudanza del barrio, pero tampoco lo vio. Volvió sus ojos al techo y no reconoció la lámpara. Su lámpara era de cristales, herencia de su abuela, quizá lo único con valor que había en todo su dormitorio. Se tapó un poco más.

La claridad entraba por la ventana a través de las rendijas que dejaba la persiana bajada. Al menos seguía existiendo la claridad y eso la reconfortó en parte. Pero quería saber qué había pasado con su hermana que se acostaba todas las noches junto a ella y con su madre, que la venía a despertar cada mañana. Anoche mismo le había dado un beso en la mejilla y le había cantado una canción porque en su casa no se contaban cuentos, se cantaban canciones para dormir. Mientras lo hacía, ella había acariciado su pelo largo, suelta la coleta que la acompañaba durante todo el día, y había deseado tener una melena tan larga como esa. ¿Por qué cogería piojos en el colegio? ¿Y por qué la única solución que habían encontrado había sido cortarle el pelo como a un niño? Al principio no le había importado, así estaban casi todas las niñas de su clase, pero ahora que veía el pelo tan precioso de su madre, creía que jamás llegaría a tenerlo como ella.

De nuevo la atenazó el miedo, no encontraba explicación. Todo era diferente y una sensación de pánico le subió por la garganta instándola a gritar. Pero no lo hizo porque entonces entró una mujer. Era morena, como su madre, pero no era su madre. Esta era más mayor, con ojeras y un andar cansado. Cuando la miró, le sonrió, y esa sonrisa le alivió un poco, invitándola a abandonar la fuerza con la que se asía al edredón.

- Shhh, señorita. Shhh, señorita. – La llamó, porque su madre le enseñó una vez que la educación nunca había que perderla, ni en los momentos más difíciles.
- Sí, mamá, ya voy. – Le contestó la mujer mayor tan parecida a su madre pero que no era su madre. Y entonces, la familiaridad de su trato y la caricia que le regaló, le arrancaron una sonrisa de satisfacción, dejándose hacer.

Este relato se me ha venido a la cabeza pensando en mi abuela, que murió de Alzheimer hace ya más de diez años, aunque esto es todo ficción. Dentro de la tragedia de esta enfermedad, yo le encontré una sola cosa buena: días antes de irse, volvió a ser una niña y yo, sabiendo que tuvo una infancia feliz a pesar de los tiempos de adversidad, sé que estuvo bien.

viernes, 17 de mayo de 2013

"Foloumí"

“Foloumí, foloumíiiiiii, pliiiiisssss…”.

Una de las cosas “buenas” que me ha traído esto de quedarme en pause (en paro suena muy pero que muy requetemal), es que me ha dado por ponerme al día en las nuevas tecnologías (a partir de ahora NNTT, por favor).

Estoy cumpliendo con más o menos éxito lo de postear una vez a la semana (sí, mi inventiva no da para mucho más); soy una chica Facebook que ha revitalizado su perfil (cambios de imágenes de perfil y portada incluso); y me he hecho un Twitter (sueno como mi madre: “¡Niña, que me he hecho un Twitter!”). Pero es tan duro llevar todas estas cosas para adelante. No tengo tiempo para nada y estar al tanto de los twits es tan sacrificado. Me siento mal cuando le contesto de pasada a un insistente pequeño personaje que eso que señala es efectivamente un coche rojo mientras leo las últimas publicaciones de los que sigo. Y luego, cuando el chiquillo quiere coger el iPad, me da miedo que se “envicie” como la niña de cuatro años de Reino Unido que está en desintoxicación tecnológica, y le digo que le diga adiós a la tablet, cuando lo único que quiere él es bichear en su aplicación de animales (y cuando la primera “enviciá” de las NNTT soy yo).

En fin, todo este rollo es para pediros que me sigáis, que los comienzos en Twitter son duros como cuarentena con cólico del lactante (creo que me he pasado) y que me encontraréis como @mcanalbarrera.

Como veréis, he unificado identidad e imagen: ya no soy M., soy María Cañal (aunque seguiré siendo M. toda mi vida, snif); y mis fotos de perfil coinciden. ¡Si supierais la de nuevas tecnologías (uy, perdón, NNTT) que he usado para hacer eso! Pero eso, eso es otro post.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Suertuda

Pues sí, hay veces que una tiene suerte y se encuentra, por ejemplo, con que le han dado tres premios, así del tirón. Y yo, más feliz que unas pascuas, porque eso me da ánimos para continuar este a veces solitario camino del blogueo.

Los premios son: One Lovely Blog, Liebster y The Versatile Blogger.



Aunando todos, sus normas serían estas.

- Nombrar y agradecer el premio a la persona que te lo concedió.
- Responder a las 11 preguntas de la persona que te concedió el premio.
- Conceder el premio a 11 blogs que te gusten, que estén empezando o que tengan pocos seguidores (menos de 200 sería una buena cifra).
- Elaborar 11 nuevas preguntas para los blogs que premias.
- Informar del premio a cada uno de los premiados.
- Visitar los blogs que han sido premiados junto al tuyo.
- Para no romper la cadena, evitar mandar el premio al blog que te lo envió.

Bueno, a ver, ¡no tengo 11 blogs! La histeria se apoderó de mí anoche cuando lo vi, pero después de respirar hondo varias veces, decidí que las reglas están para romperlas… un poquito. Como no tengo esos 11 blogs, me comprometo a cumplir esa norma (y cuantas le siguen en consecuencia) en cuanto los recabe, me comprometo a bloguear más y encontrar diamantes en bruto deseando ser descubiertos en la red. Pero es que no quería demorar mi post de agradecimiento a… (y con esto cumplo la primera norma, aunque lo hubiera hecho de todos modos) José María Ruiz Garrido, de La parejita de golpe. Estamos acostumbradas a leer las peripecias de las mamás, pero los papás, ¡ellos tienen tanto que decir! Y por supuesto que estoy visitando a todos sus premiados, ¡eso me abre el camino para continuar la senda!

Y ahí van mis respuestas a sus 11 preguntas:

-¿Sigues muchos blogs?
Sinceramente no. Y no porque no quiera, sino porque no tengo tiempo. Principalmente intento estar al tanto de los últimos posteos de los blogs que recomiendo en micasatienegoteras.

-¿Alguna temática en particular te gusta más?
Me gusta los que cuentan la vida con humor, porque de pesimismos ya vamos surtidos.

-¿Repasas mucho la ortografía y corrección de tus entradas?
Soy una obsesa en este sentido, y desde que trabajé de subtituladora, más aún. Mi marido me tiene como asesora en este tema.

-¿Prefieres irte por las ramas, o ser directo y conciso?
He aprendido que ser directa y concisa es más efectivo, porque me iba por las ramas demasiado. Cuando escribo algo, depuro hasta dar con lo más imprescindible. Como verás, no siempre lo consigo, la cabra tira al monte.

-¿Te gustaría escribir de otras temáticas? ¿Cuáles?
Me gustaría escribir más sobre actualidad, pero creo que sería políticamente muy incorrecta y no sé si eso me vendría bien.

-¿Cuántas cadenas de mails y powerpoints (ésta no cuenta) has roto en tu vida?
Pues, sinceramente, todas las que me llegan.

-¿Podrías llevar un blog conjunto con otros blogueros sin interferir en sus entradas?
¿Por qué no? Conociéndonos y respetándonos, todo es posible y pueden surgir proyectos interesantes.

-¿Hasta cuánto crees que podrás mantener la actividad relativamente normal de tu blog?
¡Uf! Yo espero que de forma indefinida, pero ya tengo una experiencia anterior y no las tengo todas conmigo. Pero esta vez tengo tres premios, así que me debo a mis lectores, jeje.

-¿Tiene página de Facebook/Google+/Twitter tu blog?
Tengo Facebook y Twitter yo, como persona individual, y ahí saben que paso mis días blogueando a veces.

-Comic Sans, ¿sí o no?
Pues sí, me gusta, es taaaan natural.

-¿Star Wars o Star Trek?
Star Wars. Star Trek ni la he visto y aún recuerdo que, de pequeña, era un acontecimiento cuando echaban en la tele alguna de “La Guerra de las Galaxias”, emoción solo comparable a las reposiciones de “Los Goonies” y de “Regreso al futuro”. Desde luego cuando mi pequeño personaje tenga edad, haré maratones de cine “antiguo” con él y repondré en casa estas joyitas.

Bueno, espero haber sido profesional a la hora de contestar, y si no, al menos parecerlo.

PD: Para ir abriendo boca, os dejo un par de blogs que sigo y que me encantan: uno porque precisamente cuenta la vida con mucho humor. No es precisamente nueva en esto de los blogs porque yo la sigo desde antes de micasatienegoteras, pero entra dentro de la condición de que tenga menos de 200 seguidores (que no estarán ahí, pero seguro que la leen). Y sin más preámbulos, es Triando de Pumi. El otro, Mis labores y punto, el blog de una gran amiga que es una artistaza, si no, bichead sus posts.





miércoles, 8 de mayo de 2013

Reflexiones de sofá: Libro en papel vs Libro electrónico

Hay veces que me da por pensar, pensar, pensar… tan pesada me pongo que me tengo que dar la vuelta en el sofá para sacudirme la intensidad. Dormir la siesta a veces es tan complicado.

Ayer me dio por ver las contradicciones de mi vida analógica y mi vida tecnológica, concretamente en lo que a libros se refiere. Porque en mi existencia hay un debate interno: quiero un e-book, de tinta electrónica, pequeñito y molón, con su funda de color, ¡ay (suspiro), lo quiero! Pero, por otro lado, me pirran los libros en papel y toda su parafernalia, especialmente los marcapáginas, ¡los hay de tantas formas!

Así las cosas, me asaltaron como ladrones de mi siesta estas preguntas:

¿Qué va a ser de la emoción de desenvolver un libro envuelto en papel de regalo? Antes de que nos lo den, sabemos que es un libro. Vale que hemos dejado listas de libros interesantes por todas las partes de la casa, para que las encuentren las personas que queremos (en mi caso, el señor M.). Vale que la forma es obvia, pero está la curiosidad del título, si hay extra dentro (la pesada de los marcapáginas de nuevo). ¿Ahora con el libro electrónico qué me dirán: “M. entra en tu e-book y mira en tu biblioteca virtual, ahí está mi regalo de cumpleaños”? Qué soso.

¿Qué va a ser de mi protocolo pre-lectura? Es decir, dejar el libro (físico, en papel) durante unos días vagando por el salón: de la mesa al sofá, del sofá al mueble, del mueble de nuevo a la mesa, para ir viendo el título y que mi mente se vaya haciendo a él; luego, elegir un marcapáginas, ¿el mismo de siempre que me encanta o ese nuevo que me compré en un mercadillo? Y… ¡comenzarlo a leer! Abrir las primeras páginas, doblar las cubiertas, dejarlo olvidado en el sofá y que el pequeño personaje haya quitado el punto de lectura para cuando lo vuelva a coger. Con el e-book, ni vagabundeo por el salón ni marcapáginas y, por supuesto, nada de dejarlo olvidado en el sofá, que el aparatejo vale mucho y no puedo perder solo la página por la que voy.
¿Qué va a ser de mí sin las librerías? Está muy bien perderse en Internet buscando libros, opiniones de libros, primeros capítulos, es una pasada. Pero el otro día fui a comprar un libro, en papel, y descubrí que echaba de menos vagabundear (qué me gusta el vagabundeo) por los estantes, ver las cubiertas y leer las sinopsis solo porque me ha gustado lo que hay en la portada, apuntando los títulos que me llegan en mi aplicación Evernote de mi smartphone, todo ello acompañado de ese olor inconfundible de papel y tinta. Qué mezcla.

¿Qué será de las ferias del libro si el libro electrónico se alza como ganador? Los stands dejarán de ser expositores de libros para convertirse en grandes ordenadores de los que, previo pago a través de Internet, podrás descargarte tu adquisición. ¿Y las firmas de libros? Ahí mi mente se ofuscó un poco buscando alguna solución cibernética, pero como yo nunca he sido muy futurista, no encontré ninguna que me satisfaciera lo suficiente. Supongo que en ese mundo en el que el libro electrónico fuera el sumun, el libro en papel quedaría relegado a un artículo de coleccionista. Qué lástima, siempre nos quedarían las bibliotecas.

Pero la falta de espacio me aboca al libro electrónico (es una de las excusas que me pongo para hacerme con un e-book). Entonces, pasaré a desarrollar mi síndrome de Diógenes literario al mundo virtual y no molestaré a nadie. Supongo que acabaré por comprarme en papel solo aquellos libros que estén en la parte alta de mi lista de interés, de autores que sigo normalmente, y así podré continuar usando mis amados marcapáginas.

Llegados a este punto, el tiempo de descanso casi había expirado, el pequeño personaje dijo “estoy aquí y quiero la merienda” con su habitual berrido postsiesta desde la cama. Porque… ¿no es verdad que los pensamientos se estiran como un chicle cuando se está en un duermevela? Qué extraño.

viernes, 3 de mayo de 2013

Serieando

No estoy tan segura de que esta adicción a las series sea algo tan de adultos. Me veo como cuando era pequeña y esperaba con ansia el próximo capítulo de “Campeones”, me despegaba rezongando del televisor por no terminar de ver “Los Caballeros del Zodiaco” o me maravillaba con la enésima reposición de “Verano azul”.

Ahora, sin embargo, salto en el sofá de mi casa al acabar el capítulo de turno de “House of cards”; protesto por el sinsentido de rodar los últimos ocho capítulos de “Breaking bad” ¡en agosto! (quedando en mi retina esa última escena en el váter, monumental); y me indigno cuando creía que a “Mad Men” le quedaba solo una temporada ¡y le quedan por lo menos dos!

“Fringe” no sale en español y el señor M. se niega a verla subtitulada. Misma situación para “The good wife”. “The walking dead” me ha dejado con varios interrogantes en la cabeza y aunque todas las críticas son buenas, yo creo que hablan demasiado y se montan unos discursos a lo patriótico de no te menees, aunque si yo me viera en esa situación, quizá también haría lo mismo para no volverme loca. El último capítulo de “Homeland” me dejó al borde del precipicio, debo confesar que todos y cada uno de los capítulos de esta temporada me hicieron saltar del sofá como lo está haciendo ahora “House of cards”. O quizás es que yo soy demasiado fácil de sorprender.

“Girls” me dejó indiferente y después de una primera temporada prometedora, dejé de verla a las primeras de cambio en la segunda temporada. No me gustó cómo Hannah trata a Adam y eso fastidió mis expectativas. “The Big Bang Theory” y “Modern Family”, nuestras dos series de “vamos a ver algo ligerito” que acompañan nuestros almuerzos cuando el pequeño personaje no nos deja prestar mucha atención ni a la tele ni a la comida. “Juego de tronos”, esperando que esté completa, ¡no aguanto esperar una semana entera a que salga una nueva dosis! ¿Por qué no inventan un nuevo sistema para hacer las series más rápidamente? Patidifusa con el primer capítulo de “Black Mirror”, ya no podré mirar nunca más a un cerdo a la cara.

“Shameless”, versión británica, un original hallazgo. “Downton Abbey”, porque el culebrón bien hecho merece la pena verlo. Por eso también estamos abonados a “Gran Reserva”. Somos fanes de Vicente Cortázar, aunque creemos, el señor M. y yo, que abusan demasiado de aquello de escuchar detrás de una puerta/a la vuelta de la esquina.

Volví a la adolescencia viendo “Crónicas vampíricas”, no estoy orgullosa de decir que la veo, pero es la verdad. Sin embargo, ya me estoy cansando de tanto pacto traicionado y nuevos pactos que saben que no van a cumplir. Cansinos. Creo que voy a tener que poner en práctica lo que hace tiempo hago con los libros: si llego un punto en que leer un libro me supone un suplicio, ¿por qué seguir haciéndolo? Se supone que lo hago por placer. Ya no tengo remordimientos de conciencia cuando los dejo a medias (en el mejor de los casos) o simplemente empezados. Pues con las series, igual, mi tiempo es demasiado precioso para emplearlo en ver algo que no me gusta, puedo leer lo que les acontece a los personajes por Internet.

Horatio Caine dejó un profundo vacío en nuestras vidas. Hemos sido seguidores incondicionales de "CSI Miami" y "CSI Las Vegas", las demás franquicias no nos han llegado. Y si bien para el señor M. Horatio era su crack, a mí me gustaba Grissom y más aún el que está ahora, Ted Danson haciendo de D.B. Russell.

Yo, que tengo una cultura de serie española muy pronunciada, empezando por “Médico de familia” que en casa vimos entera; “Celia”, otra reminiscencia de la infancia y de la que guardo un grato recuerdo y “Los Serrano”, de la que he visto más temporadas de las que me gustaría; añado a mi lista, por ejemplo, “Familia”. Son muchos los fallos que le vi, en todos los sentidos, pero me gustó y como duran tanto los capítulos, me da para almorzar (cosa que hago sola antes de ir a por el pequeño personaje a la guardería) y tener una pequeña sobremesa entretenida. Con “Cuéntame” he tenido una relación de amor-odio. La empecé a ver, seguí varias temporadas, me perdí otras tantas, y desde la temporada anterior la he vuelto a recuperar. Siempre está ahí y se agradece.

Y anhelo la vuelta de “Los misterios de Laura”. Creo que hay nueva temporada pero como TVE está tan reticente a estrenar, pues sufrimos sus retrasos. La última temporada me acompañó en la lactancia del pequeño personaje y de eso van a hacer ya dos años. El señor M. y yo, movidos por la serie histórica “Los Tudor”, celebramos el estreno de “Isabel” y no podremos sumar audiencia viendo su siguiente temporada (que espero que tenga) porque no tenemos aparatito que nos controle.

Me dejo muchas en el tintero, ahora que lo pienso, demasiadas, daría para otro post (que haré). Muchas series las vemos juntos, el señor M. y yo; otras, solo yo, como “Llama a la comadrona”, “Crónicas vampíricas” o “Entre fantasmas” (por cierto, la versión española no me ha atraído nada, todo parece chapucero); otras, solo él, como “Deadwood”. En fin, la lista se alargaría con “Hermanos de sangre”, “Sherlock”, “The Hatfields and McCoys”

No sé en qué momento cambió nuestro modo de ver televisión, ahora entiendo a una chica con la que trabajé y que, cuando se casó, no se compró una. Yo tampoco la necesitaría, con tener un ordenador me bastaría. Veo lo que quiero cuando quiero y puedo jurar que Clan es el canal de televisión más visto en mi casa, lo tengo de fondo la mayor parte del tiempo: me he hecho fan incondicional de Bob Esponja y creo que “Jelly Jamm” son unos dibujos fantásticos. Dora la exploradora me pone nerviosa con sus preguntas esperando respuesta y no soporto a Pepa Pig, aunque al pequeño personaje le fascina.